De nuevo el otoño


Ordesa



Repaso esta tarde unos apuntes de otoño que escribí por el año 2006 y que fue el primer material que salió de los cajones de mi mesa de trabajo, donde notas escritas, recuerdos o impresiones a veces habían languidecido durante años, para ver la luz en ese espacio nuevo de los blogs que Internet empezaba a ofrecernos por entonces. De primeras me sorprende la frescura de aquellos apuntes así como la corriente levantisca de sentimientos que de entre ellos aflora. Dejo la dirección del blog aquí por si interesa a alguno: Apuntes de otoño.

Nacedero del río Urederra

Recuerdo que en aquellos días, que recorría con un Seat Málaga adaptado para dormir y vivir en él durante una temporada, el esplendor del otoño de nuestro país, pese a pisar cada mañana los caminos encantados de algún bosque, cañón o nacedero como el del río Urederra, de hecho mis pensamientos siempre estaban de una manera u otra amarrados a un amor que por aquellas fechas se llevaba la gran parte de mis pensamientos. Vivíamos en un desencuentro permanente y en aquellas fechas intentaba poner tierra por medio largándome a recorrer los hayedos y bosques del norte. De hecho aquella huida no sirvió para otra cosa que para mostrar la fuerza de una atracción que ninguna lógica lograba resquebrajar pese al desencuentro permanente en el que vivíamos.

Pedraforca, Pirineos

Río Duratón

 Ese es el marco de mis paseos otoñales de aquella época. Hoy, que releo lo que escribí en aquellos días, me admiro de la pujanza con que brotaban entonces las palabras en torno a cualquier tema que se me presentara delante. Escribir es con frecuencia un ejercicio que necesita de un especial nervio interior que impulse las palabras y los párrafos y, cuando uno está enamorado esa fuerza puede llegar a ser un reguero de gasolina dispuesto a inflamarse a cada momento. Hoy, ayuno de ninguna fuerza especial, saciado acaso de hacer lo que me da la gana en cada momento (atento a esta idea, que puede ser interesante), me siento incapaz y desprovisto de aquella energía elemental y, cuando pienso que un día de estos voy a comenzar otro viaje por las tierras del norte a la búsqueda de ese esplendor que encontré otras veces en el Cañón del Río Lobos, Ordesa, Valderejo, Saja-Besaya, la sierra de Aralar, Irati o los alrededores del Monte Gorbea o Picos de Europa, siento encontrarme en una disposición pobre, como falto de esa receptividad que dispone a los devotos de las religiones a levitar cuando se acercan a Lourdes o a la Meca ;-). Por una parte está la reiteración, que siempre aligera la curiosidad hasta el punto de llegar a trivializarla; ley de vida, que dirían algunos, pero que no excluye el que uno pueda encontrarse en una excelente disposición personal que pueda hacernos vibrar de placer ante un rincón de un bosque, un cuadro o una secuencia de una película, y sin cuya concurrencia puede convertir en indiferente el paisaje más hermoso del planeta.

Cañón del río Lobos

Sierra de Aralar

Uno no siempre tiene el ánimo sensibilizado de quien va a comulgar con los ojos cerrados y el espíritu arrobado por la devoción. Es el caso que después de leer algunas cosas de aquellos viejos posts otoñales me da pena emprender un viaje bajo un signo tan poco propicio. Vamos, que quisiera llevar encima un poco de aquella disposición que, ante tanta belleza, ante la soledad del amanecer mientras subía despacio los senderos al calor silencioso de las hayas que en la débil luz del amanecer ya mostraban la belleza adormecida de sus hojas doradas, su porte de reinas del bosque, me hacían gozar tanto de su contemplación. Llevar encima ese leve nerviosismo de enamorado ante la expectativa del encuentro con la amada parece una imprescindible compañía para los paseos otoñales.

Ordesa. El Tozal del Mallo

Ordesa

La disposición espiritual que requiere la relación simbiótica con el bosque y sus habitantes no está escrita en ningún catecismo, pero es de rigor que el placer, tanto si se trata de recorrer un hermoso valle sumido en la penumbra, como de acceder a la cueva de Venus y a sus doradas colinas de melocotón, requiere cierto grado de compunción y recogimiento, amén de esa especial disposición de ánimo sin los cuales ni el poeta ni el escribidor de crónicas puede hilvanar algo medianamente consistente. Los eremitas se recogían en sus cuevas del desierto propiciando con su aislamiento y su devota ascesis el advenimiento del conocimiento esencial que la naturaleza procura. De parecida manera los disfrutadores de otoños antes de penetrar en el espacio mágico de un hayedo, especialmente si no están enamorados, deberíamos postrarnos de hinojos ante el espíritu del bosque y de consuno pedir a los hados del mismo su bendición a fin de propiciar que la estancia en él sea fuente de gozo y contemplación :-). Desdice de los escritores de la Grecia Clásica el que no se les haya pasado por el magín a ninguno dedicar al otoño un particular dios al que dirigirse en busca de orientación.


Por cierto, bienvenidas serán todas las sugerencias de rincones de nuestro tan maltratado país donde podamos encontrar mi chica y yo en los siguientes días rincones, trazas, bosques donde el otoño sea especialmente bello.

Nacedero del río Urederra

Ordesa



Picos de Europa. Sobre Bulnes

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