El hombre demediado sueña con otra reencarnación

  

Playa de Barayo, 9 de noviembre de 2017 


Esta mañana teníamos programado recorrer la costa entre playa de Barayo y Navia, una caminata de seis horas, pero cuando sonó el despertador llovía sobre los "chopos medio deshojados/ sobre los pardos tejados" tanto, que fue muy agradable seguir durmiendo y continuar escuchando en el duermevela del sueño ese "llueve, detrás de los cristales, llueve, llueve". 

A uno, en esta hora de pereza en que no acierta a levantarse porque llueve y se está tan ricamente bajo el saco de dormir a modo de manta, se le pasan por la cabeza tantas cosas que por sí solas darían para llenar las páginas de un libro. Hoy me sonaban en los oídos el breve discurso de Irene Montero que me dio a escuchar Victoria. Todo el desmadre que hicieron alrededor de Vistalegre II, ella, su novio y unos cuantos más, han hecho que no tenga mucha simpatía a esta mujer, sin embargo es justo reconocer que el timbre de su voz, la seguridad con que hablaba y la precipitación en cascada de sus palabras cayendo como olas de temporal en sucesiva acusaciones denunciando las consabidas mangonerías del PP hizo que admirara en ese momento su contundencia y bien elaborado discurso. 

Recuerdo leyendo la Historia de la Literatura de José María Valverde un hermoso pasaje en donde cuenta como Mirabeau, que hasta entonces había aparecido como un parlamentario corriente, encendido por los aires de la revolución que corrían entonces en París, cuando las tropas del rey irrumpen en la Asamblea Nacional, motivado por el fluir inesperado del discurso, sus palabras, de repente con una capacidad inusitada, fueron capaces de enardecer a la Asamblea hasta el punto de dar nacimiento con ella a la Revolución Francesa. 

Irene Montero y Mirabeau son ejemplos de situaciones que se producen al calor de circunstancias extraordinarias y que sin la concurrencia de tales momentos probablemente las aptitudes personales habrían seguido adormecidas esperando quién sabe la suerte de que algo o alguien la desempolvara. Vi a Irene Montero al principio de aparecer en los medios en La Sexta y francamente su papel era bastante lastimoso, no entendía que esa mujer estuviera ahí representando al naciente Podemos. Pero, sí, aprendió, aprendió bastante bien; Pablo Iglesias cambió de novia y el cuñadismo que jamás creímos posible en Podemos, la puso en condiciones de despertar esas aptitudes que de lo contrario, acaso, no habrían tenido oportunidad de expresarse. 

Fuera seguía lloviendo, entre el chapoteo se oía el lejano rumor de las olas. Me acordaba del asunto ese de los talento de que habla el Evangelio y me preguntaba hasta dónde seremos capaces no sólo de usarlos sino de tener conocimiento de ellos. Puesto ante el televisor con el mando a distancia y después de haberte tragado un par de telediarios, alguna que otra telenovela y seguido de postre un partido de fútbol, y así todos los días más o menos, se me ocurre que poco puede desarrollarse eso del talento, o magín, que diría Pío Baroja. Pero no es por ahí por donde quisiera seguir. Me intrigan las aptitudes ocultas y desconocidas, y que puestos a meter las manos en la masa, algo nuevo o extraordinario, pueden despertar inesperadamente. Despertar inesperadamente a veces para nuestro asombro. Escribe Stefan Zweig en El misterio de la creación artística, que el artista, músico, pintor, poeta, no puede dar razón del proceso de su creación porque estando absorto en lo que crea está a su vez fuera de sí, razón por la cual no podemos saber en realidad en qué consiste ese hecho creativo. E ilustrando la idea cuenta de Balzac al que encuentra entristecido un amigo en su paseo habitual. Cuando el amigo le pregunta por la razón de su pena éste le contesta que acaba de fallecer la condesa X. El otro, que no conoce a la tal condesa insiste hasta que cae en la cuenta de que Balzac está hablando de una condesa fallecida en la novela que tiene entre manos. 

¿No habrá algo que se nos escapa y sin ser conscientes podríamos llevar dentro un Shakespeare, un Mozart, un Einstein, o también un habilidoso hijo de puta de los que tanto abundan en esta nuestra sufrida patria? Ahí queda en el aire la oportunidad de que algo pueda cruzarse en el camino y pueda decantarmos hacia algo que merezca la pena, aunque también cabe la posibilidad de que alguno se oriente a ser tesorero de un partido político, otro para ser portavoz, o quizás para simple hijo de vecino que descubre en sí mismo una habilidad desconocida o una aptitud inesperada. 

Si una mujer de ochenta y dos años de la que hablaba el otro día, puede descubrir un nueva veta que explorar en su persona, un mundo nuevo en que sumergirse, ¿con cuánta más razón cualquier otro puede encontrar un día de estos un tesoro dentro de su propio yo del cual ignoraba su existencia? Un asunto cada vez más difícil pero que, ¿por qué no?, merecería la pena tener en cuenta. 

Cesó la lluvia, desayunamos, Victoria bajó a darse un vuelta a la playa y yo saqué una silla plegable al césped de enfrente para contemplar desde allí el panorama y terminar estas líneas. Uno no sabe nunca qué puede llegar a sacar de sí. A mí una vez me pusieron un micrófono en las manos ante un millar de personas y me escuchaba hablar y no me lo creía lo bien que sonaba aquello; incluso hubo aplausos para aquella reivindicación que defendía. Y el tímido ni siquiera se escondió bajo la mesa. Sin embargo en otro momento me hicieron un entrevista en un emisora de radio y no pasé más allá de balbucir una pocas frases inconexas. 

Jodido cosa esa de que uno ande demediado por la vida, solamente cargando con la parte visible y un poquito más y se vaya a ir de este mundo sin saber de esa otra mitad que se quedó agazapada en cualquier rincón del alma acaso esperando una reencarnación próxima para manifestarse. 











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